lunes, 27 de octubre de 2008
martes, 21 de octubre de 2008
DE LA FAMILIA JUNTA A LA FAMILIA UNIDA
Lectura para ESTE jueves
La importancia de la relación esposa-esposo (función conyugal)
Una familia nuclear se inicia cuando un hombre y una mujer deciden unirse y comenzar uno de los más importantes proyectos del ser humano: convivir, compartir juntos el resto de sus vidas. Este proyecto tiene una serie de particularidades en función del grupo humano al que ambos pertenecen ya que cada cultura y religión tienen especificidades propias que marcan muy claramente para la pareja y para el grupo social entero dicho acuerdo.
Pero, además de los aspectos rituales –sociales– y legales (el matrimonio, para la ley, es un contrato entre dos personas naturales), hay también una serie de asuntos más de tipo psicológico que deben estar presentes para que el proyecto tenga posibilidades de éxito.
En primer lugar, el enamoramiento de los miembros de la pareja no es una cuestión de suerte o azar. Desde que ambas personas se conocen mutuamente entran en juego factores de tipo inconsciente que ya vienen determinados por el pasado de cada uno de ellos. Qué tipo de relación estableció cada uno con sus respectivos padres, qué tipo de infancia vivieron, qué clase de modelos tuvieron en sus respectivos progenitores, determinarán el tipo de hombre o mujer que se desea como pareja.
Esto pone en segundo plano el aspecto físico, que siendo importante no es sino un señuelo inicial de atracción, pero a partir de ahí se debe pasar a cuestiones de mayor relevancia, ya que las parejas que sólo se quedan capturadas por la belleza externa corren el riesgo de "desencantarse" con el paso de los años, o descubrir luego, en el diario convivir, que tienen muy pocos aspectos en común y muchas dificultades para entenderse mutuamente.
Salir de los detalles externos, superficiales, y poder pasar a tener una relación estable con una persona del otro sexo requiere madurez, lo que implica haber salido ya de la adolescencia entendida como el período a través del cual las personas se preparan psicológicamente para ser independientes económica y afectivamente de sus propias figuras paternas.
Implica llegar a tener la capacidad de poder ponerse en el lugar del otro, haber dejado atrás gran parte de ese egocentrismo y autocontemplación tan peculiares en la adolescencia, etapa en la que es más factible impresionar que ser auténtico, sin temer la crítica y el rechazo del grupo, de tanta importancia para el adolescente, y tener, entonces, la posibilidad de expresar lo que se piensa y siente, de haber logrado al capacidad de establecer vínculos íntimos, lo que se logra en tanto se pueden establecer, en efecto, adecuados lazos interpersonales profundos.
Una pareja inicia un "proyecto de a dos" que debe irse construyendo día a día por el resto de la vida. Cada día traerá nuevos retos que vencer y nuevas aspiraciones a las que arribar, y es así, como pareja, que se deberán presentar ante los hijos, actuando en conjunto, con acuerdos mutuos, de modo que, en lo posible, se eviten las contradicciones ante los niños que requieren un ambiente estable, confiable, seguro y, sobre todo, previsible.
Los hijos deberán saber qué esperar de sus padres y éstos últimos tienen que ser muy coherentes en lo que les trasmiten, no sólo a través de los mensajes verbales (necesarias reglas de educación), sino sobre todo a través de actos que coincidan con lo que se dice. Es esto último, en su conjunto, lo que será tomado como modelo por los niños.
La importancia del vínculo madre-hijo (función parental)
¿Qué importancia tiene una madre para el hijo y un hijo para la madre? Es éste, a no dudar, el vínculo más importante de todo ser humano, ya que la calidad de esta relación, en especial en los primeros tres años de vida, determinará aspectos centrales de la salud psíquica del ser humano, así como la manera en que se relacionará con sus semejantes. Ello supone en la madre una responsabilidad trascendental, de la que mucho se habla y que podría llevar a algunas mujeres a la exageración, al punto de que teman nunca estar capacitadas para ejercer ese hermoso y trascendental rol.
Donald W. Winnicott (1896-1971), un pediatra y psicoanalista inglés, postula que una madre debe ser "suficientemente buena". Con esto quiere decir que no debe ser ni excesivamente preocupada ni tan exigente consigo misma en la obligación de satisfacer todos los requerimientos del bebé que pueda llegar a "ahogar" las necesidades propias del niño, pero tampoco tan distante que el bebé se sienta abandonado y sin cuidado.
Una madre "suficientemente buena", según este autor, busca mantener una relación óptima con su bebé y está dispuesta a amoldarse a lo que éste requiere; pero puede equivocarse, tiene el derecho de mal interpretar, alguna vez, al infante, lo cual también es importante ya que esos pequeños "errores" incluso son necesarios para que el aparato psíquico del bebé empiece a funcionar y se vea en la necesidad de implementar sus propios recursos, generados a partir de las primeras experiencias de gratificación y bienestar. El bebé incorpora, así mismo, una relación con una persona real y no omnipotente, aprendiendo a tolerar tempranamente pequeñas pero inevitables dosis de frustración, imprescindibles en una personalidad equilibrada.
Una madre y su bebé establecen una relación mutua en la que ella no sólo atiende sus necesidades físicas, sino que por sobre todo es capaz de ponerse en el lugar del bebé, imaginar e incluso llegar a experimentar las tensiones y malestares por los que pasa en el proceso de adaptarse a la vida fuera del vientre. También será capaz de sentir calma y tranquilidad cuando el bebé está durmiendo tranquilo, satisfecho. Calmar al bebé es como reconciliarlo con la vida. Lo que hace la madre es hacerse cargo del malestar del bebé (tomarlo como algo suyo) y devolvérselo "digerido", en forma de tranquilidad y paz.
Si esto se hace de un modo adecuado, se facilitará, poco a poco, que el bebé vaya tomando contacto con el medio ambiente, con la tranquilidad y confianza suficiente, ya que sabe que cuenta con ellas para ayudarle a enfrentar los problemas, las tensiones y las frustraciones ante las cuales se halle.
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Lectura para el jueves de la OTRA SEMANA
La importancia de la figura paterna (función parental)
En épocas en las que se lucha por la igualdad de derechos y deberes en hombres y mujeres, la función paterna recobra valor. Veamos dos formas de considerar a la familia y por ende a la relación entre sus miembros, así como los modelos de hombre y mujer que se trasmiten a los hijos.
1. El padre en la cultura machista
Al hombre se le suponían ciertos privilegios y se lo ubicaba por encima de la mujer. Como padre, tenía muy poco que ver con la crianza de los hijos, labor enteramente a cargo de la madre, en tanto que su función consistía en "trabajar y traer el dinero a la casa". Esto implicaba pensar que la madre no trabajaba al quedarse en casa, cuando en realidad sí lo hace y mucho, siendo ésta una de las labores menos gratificantes y más exigentes, ya que no distingue horarios, se espera que esté disponible las 24 horas del día, no se hace distinción entre días de semana (no existen feriados o fines de semana de descanso), no recibe pago alguno ni goza de protección estatal en la forma de seguridad social, a menos que gracias al trabajo del esposo goce de dichos beneficios.
Por otro lado, la madre, que estaba en casa, mantenía con los hijos un vínculo mucho más consistente y confiable que con el padre, distante y temido. Sin embargo, con frecuencia se observa madres frustradas que atosigan a los hijos como si estos fueran los culpables de su situación de dependencia y poca creatividad. Hay que considerar también que es la madre la que contribuye hacia esta "cultura machista" dando ciertos privilegios a sus hijos hombres, al eximirlos, por ejemplo, de las labores hogareñas, a diferencia de las mujeres que son criadas para atender y servir a los hombres.
En la "familia machista", el padre llega a casa luego de su horario de trabajo "a descansar", se concentra en la televisión o en la lectura de su periódico y sigue aislado de las relaciones familiares, pero temido por todos, entre otras cosas porque es la fuente del sustento económico. Los hijos no tienen la tranquilidad de acercarse a él para compartir sus experiencias, en la medida de que el padre tampoco muestra ningún interés en entablar algún tipo de diálogo. Las quejas sobre el mal comportamiento de alguno de los hijos o sobre problemas domésticos, cuestiones todas que él tenderá a resolver vía métodos agresivos, consolidan la poca confianza y distancia hacia esta temida figura.
Es interesante anotar que en este tipo de familias la relación entre los cónyuges tampoco es realmente horizontal y no hay un adecuado diálogo ni entendimiento entre ambos. Por lo general, el hombre es temido por la mujer y, en lamentables pero frecuentes ocasiones, es también despreciado por ella. Muchas mujeres se quejan, cuando el esposo está de vacaciones, ya que no saben qué hacer con él en casa, porque es sentido como un estorbo que interfiere en las actividades cotidianas, más que un compañero con quien compartir tareas o momentos de intimidad, lo que al comienzo de su relación pudieron haber hecho. Como se ve, en estas familias el padre puede ser un personaje del cual se podría prescindir (si no fuera por el poder económico que tiene); temido, pero no respetado, y muchas veces ni siquiera realmente querido.
2. La función del padre en la actualidad
La función paterna se revaloriza al punto de que se llega a decir que sólo hay dos cosas que un padre no puede hacer: dar a luz y dar de lactar. Él deberá compartir con su pareja todos los cuidados y preocupaciones que implican la crianza de un bebé. Entonces puede, alternándose con ella, darle el biberón o alimentarlo cuando posteriormente ingiere sólidos, le cambiará pañales y lo bañará, se levantará por las noches cuando el niño llore, lo llevará al pediatra, jugará con él, etc. Este padre activo será entonces confiable, aliviará la carga de la madre, quien además podrá realizarse también en el plano laboral llevando a cabo alguna actividad adicional a la materna y al cuidado de la casa. Por otro lado, está demostrado que un niño que ha sido criado por ambos padres es más seguro, tiene más confianza en sí mismo, que un niño que sólo ha contado con uno de sus padres.
El rol de un padre activo, comprometido con su pareja, empieza antes de que el bebé nazca, desde el embarazo, acompañando a su pareja a algunos de los controles que mensualmente debe hacerse, posteriormente asistirá al parto y estará atento a todo lo que necesite su esposa, en especial cariño y tranquilidad, durante las primeras semanas del bebé, más aún si hay hermanitos mayores que también requieren atención. Se trata de situaciones que una mujer normalmente puede resolver, pero durante ese período no está en condiciones de "gastar" energía que necesita para su bebé. El padre creará alrededor de su pareja un espacio de protección vía su trabajo y la ayuda eficiente que pueda brindar, tanto ante las necesidades concretas como en lo que respecta a la comprensión que su pareja necesita.
Un padre comprometido tendrá presente, al igual que su esposa, que es un importante modelo para sus hijos, permitiéndose desplegar con tranquilidad aquello para lo cual están dotados. La madre tiene la función simbólica de nutrir, alimentar y calmar; con ella se busca el vínculo y la protección. Con el padre, por el contrario, se recibe todo aquello que representa la "ley", el orden, la firmeza, la autoridad (en el buen sentido) y la protección física y emocional, e impulsa al niño o niña a mirar a la sociedad, permitiéndose el rompimiento del cordón umbilical psicológico que mantenía a los niños dependientes de sus madres.
Adicionalmente a todo lo dicho, el padre, como modelo, tendrá un importante papel en la identificación sexual de cada uno de sus hijos, ya sea un niño o una niña.
d. La relación entre hermanos (función fraterna)
La relación que existe entre los hermanos y el trato que cada uno recibe de parte de los padres cobra cada vez mayor importancia.
Se debe partir por admitir que existen diferencias, que no es posible seguir sosteniendo un principio de justicia igualitaria que afirma que a todos se trata por igual. Cada niño, al momento de nacer, no sólo tiene un bagaje genético diferente, sino que nace en un momento histórico-familiar distinto, por lo que, desde la base misma, ya hay diferencias que explican las particularidades de la personalidad en cada uno de los hermanos. Ser justos es poder darle a cada persona lo que necesita en el momento apropiado.
Cuando nace el primer hijo, los padres son "primerizos" y, por lo general, llenos de angustia por su falta de experiencia, enfrentan el reto de criar a su primer hijo, el que luego se constituirá en "el mayor", si nacen hermanos. Cada paso o avance de este niño o niña será un "primer paso", lleno de incertidumbres para todos. Con el segundo hijo, la situación se flexibiliza ya que los padres se encuentran en mejores condiciones para dar un trato más natural. Ya tienen la experiencia con el mayor y, si no ha habido contratiempos, las cosas para el segundo son, por lo general, más sencillas: logra permisos antes, se le nota más natural, etc.
Para el "segundo" pueden empezar las dificultades si nace un "tercero", ya que de inmediato se transforma en "hijo sándwich". Se descubre en un lugar en el que su rol de menor se pierde y no queda definido qué lugar ocupa ahora para los padres (hasta qué punto sigue siendo importante para ellos). Se torna entonces en un chico que puede buscar llamar la atención ya sea portándose mal o, por el contrario, siendo el que mejores calificaciones obtiene entre los hermanos; así mismo, desarrollará una alta sensibilidad hacia la justicia y la equidad.
En el caso de ser la única hermana entre varios hermanos o, por el contrario, ser el único hombre entre varias mujeres, la niña o el niño pueden correr el riesgo de recibir un trato "demasiado especial", con preferencias o cuidados que no requieren realmente (sobreprotección) o, por el contrario, se les podría tratar de un modo en el que no se respete su sexo, si no se hacen las diferencias necesarias.
Se ha podido establecer que la diferencia de edad ideal entre hermanos es de 3 años. Esto permite que un niño pueda ser adecuadamente atendido en sus necesidades afectivas básicas, con el tiempo y la exclusividad necesarios por parte de sus padres, antes de que éstos se tengan que volver a concentrar en el siguiente hijo, que también requerirá de las mejores atenciones. Hijos muy seguidos tienden a favorecer confusiones, celos y envidias, y un hijo que viene luego de demasiados años respecto al mayor, es como un hijo único ya que sus intereses y necesidades son completamente diferentes.
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Lectura de lo desarrollado en la 1ra clase
Hace unos años, en un estudio realizado en México, todas las personas que participaron en grupos de trabajo por todo el país, coincidieron en señalar que para ellos el valor principal que justifica cualquier sacrificio es tener una "familia unida" donde reine el amor.
Sin embargo, en el mismo estudio también se constató que la mayoría de las personas viven en un modelo de "familia junta" donde las relaciones se entablan en función de la utilidad y los intereses personales, y no sobre la base del amor. Incluso algunos, no pocos, reconocían que vivían una situación de "familia rota", donde de hecho ya no había prácticamente ninguna relación. (...).
En un reciente estudio publicado en Estados Unidos sobre los efectos de las rupturas matrimoniales en los hijos, después de muchos años de investigación, se desprendía una conclusión final: el peor matrimonio es siempre mejor que el mejor divorcio. Detrás de esta afirmación aparecía una amplia muestra de problemas afectivos y psicológicos en los hijos de familias rotas. La conclusión equivocada de este estudio podría ser: entonces, no es tan malo tener una familia junta, al fin y al cabo siempre resulta mejor para los hijos que una familia rota. Pero este conformismo significa dar el primer paso hacia la "familia rota", porque se deja de poner el esfuerzo real de atención constante que requiere la familia unida.
Sí, la familia unida requiere un esfuerzo constante o, mejor dicho, una atención constante para cultivar continuamente las funciones personales de la relación familiar. Esta atención comienza desde antes de elegir a la pareja; de hecho, ahí se juega la mayor oportunidad que después será muy difícil corregir. Siempre es útil un consejo fundamental: a la hora de casarse conviene fijarse más en las funciones personales que en las institucionales.
Quizás el problema está en que lo que en teoría consideramos el principal valor -la familia unida-en la práctica queda relegado a una de las responsabilidades menos prioritarias de nuestra vida. Ponemos primero la utilidad y luego, el amor. Pero el amor es como los idiomas, que si no lo cultivas cada día, se olvida. El amor requiere una entrega sacrificada cada día, cada minuto, cada segundo; si no, se debilita y muere.
* Autor: P. Enrique Cases, publicado con la autorización de ACI-PRENSA.
LA FAMILIA
Es la institución base de toda sociedad, pero, lamentablemente, se está debilitando como producto de exigencias sociales y económicas que tanto amenazan con una exaltación al individualismo y una tendencia a despreciar la sabiduría y experiencia de los "mayores".
La sociología tradicional distingue dos tipos de funciones de la familia. Por una parte, sus funciones institucionales: la función biológica (transmitir y acoger la vida humana), la económica (proveer los bienes materiales necesarios para la subsistencia), la protectora (ofrecer seguridad contra los riesgos de la existencia), la cultural (transmitir los valores y tradiciones ético-sociales) y la función de integración (introducir al individuo en la sociedad y ejercer un control sobre él).
Por otra parte, están las funciones personales de la familia, que consisten en dotar de afectividad e integración a la relación entre marido y mujer (función conyugal), entre padres e hijos (función parental) y entre los hermanos (función fraternal).
Se debe distinguir entre familia nuclear y familia extensa. La primera la conforman madre, padre e hijos. La segunda está compuesta, además, por abuelos, tíos, primos, etc.
Cuando en una sociedad las familias extensas desaparecen, se tiende a perder importantes fuentes de apoyo y de referencia y se incrementa la sensación de soledad y la depresión. En estas sociedades se tiende a dejar de lado a las personas mayores y se desperdicia todo el aporte que brindan en sabiduría y experiencia, fuera del hecho de que está demostrada la importancia que para los niños tiene la presencia de abuelos que puedan hacerse cargo de ellos durante las horas de trabajo de los padres, al margen de la importancia que para las personas mayores tiene el hecho de seguir sintiéndose útiles.
La familia extensa tiene además la virtud de ser un paso intermedio entre la familia nuclear y la sociedad. Aquellos niños que se benefician con la presencia de diferentes miembros de la familia, con quienes comparten no sólo actividades, sino a quienes visitan en diferentes lugares, tendrán menos dificultades en adaptarse luego a los cambios que implica el ingreso a la escolaridad.
Claro es que la inclusión de la familia extendida debe darse bajo ciertas reglas de convivencia y de respeto por los roles que cada miembro del grupo familiar tiene para el niño o niña. Asumir el rol de abuelo o abuela implica renunciar antes al rol de padre o madre con respecto a los nietos y dejar que este papel lo cumplan los hijos, asumir que los propios hijos pudieron llegar a ser padres y desarrollar una vida independiente; de lo contrario, los abuelos que interfieren en las órdenes de los padres y contradicen normas de crianza crean confusión en los niños, a quienes les costará conocer cuáles son sus derechos y deberes.
Publicado por Ricardo Xavier en 10:40 2 comentarios
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