PSICOANÁLISIS
El texto que sigue es una explcación sobre el psicoanálisis. Luego de leerlo, responde la pregunta que está al final.
Cuando el conductismo empezaba a dar sus primeros pasos, otra teoría psi¬cológica muy diversa estaba extendiéndose considerablemente por Estados Unidos y Europa, se trataba del Psicoanálisis de Freud (1856-1939); quizá la escuela psicológica que más popularidad haya alcanzado nunca. Sobre ella se ha escrito mucho, en ocasiones para alabarla y en otras para criticarla; para ambas cosas ha dado perfecto motivo. Al igual que el conductismo, tiene en sí la suficiente claridad y también aciertos, para que muchos de sus presupuestos sigan apareciendo en las más variadas psicologías. También el psicoanálisis de Freud. se extenderá sufriendo variadas modificaciones, pero manteniendo siempre una clara personalidad.
El psicoanálisis nace en la consulta clínica, es consecuencia de una experien¬cia psiquiátrica y, por tanto, fuera de las condiciones naturales del método científico. El laboratorio es sustituido por el consultorio, por lo que a pesar de tener su origen en datos empíricos, no podrá ser nunca catalogada como una ciencia expe¬rimental. Sus resultados tienen, además, el grave inconveniente de tener su origen en las personalidades enfermas y no ser fácilmente generalizable a toda la pobla¬ción sana.
Quizá el núcleo de lo que será toda la concepción de la p 3rsona de Freud se puede encontrar en la intuición de una fuerza psíquica, motor de toda la actividad del hombre. El concepto de energía aparece desde los principios de su investiga¬ción y estará alimentando continuamente sus progresos. Este impulso, en principio neutro, pronto adquiere unos matices muy bien definidos, que Freud engloba con la denominación de libido. Por ello entiende el impulso al placer con connotacio¬nes claramente sexuales. La fuerza de la vida, la que saca al hombre al exterior para encontrar su satisfacción, son los deseos sexuales. El convencimiento de esto le surge a partir de una afirmación de Charcot, eminente psiquiatra francés, con motivo de una enferma histérica, y se le afianzó con su experiencia clínica y su vida de infancia. Freud quedó totalmente convencido de que la energía para la vida, y la vida misma, es un intento continuado de satisfacciones sexuales, que aparece desde la primera infancia con el goce oral de la lactancia y que se conti¬núa de las maneras más sofisticadas en todas las ocasiones placenteras. Más ade¬lante, ya al final de su vida, considerará también la existencia de una segunda configuración de aquella energía en la forma de instinto de muerte. Podemos afirmar pues que Freud distingue como primera característica peculiar de la per¬sona psíquica la existencia de una energía innata, que se puede manifestar en dos maneras diversas: como instinto de amor (eros), sin duda el fundamental, y como instinto de muerte (thanatos).
El origen de estos instintos es localizado en el inconsciente, rincón de la personalidad al cual no tiene acceso la conciencia personal y que permanece como un mundo profundamente incógnito. Sin embargo, por estar allí el origen de la vida psíquica, constituye el centro de la persona. Para Freud lo fundamental de la personalidad está en el instinto, en la irracionalidad; y la vida es un continuo intento de satisfacción de esos deseos. Toda la persona girará alrededor de la consecución de las aspiraciones de los instintos„ hechos conscientes al salir de lo más profundo para lograr sus aspiraciones en el mundo.
Este inconsciente será complicado al constituirse como el lugar en que son almacenadas, arrinconados podríamos decir, las experiencias que la persona quiere desechar de su vida, olvidándolas en lo posible. Veremos enseguida que es enorme la importancia de esta función.
Junto al mundo inconsciente, que constituye la mayor extensión de la perso¬nalidad, se encuentra lo consciente, esa realidad donde la luz de la conciencia intelectual llega a iluminar. Para Freud el pensamiento tiene como finalidad lograr la satisfacción de los deseos del inconsciente. Se trata del modo en que la persona comercia con el mundo para lograr la más favorable satisfacción de sus deseos. Es pues una herramienta de la libido.
Alrededor de estas dos estructuras fundamentales se organizará la persona según la concibe Freud, teniendo una enorme importancia los modos de interrela¬ción entre ambos. Una característica fundamental es el dinamismo. La persona es un centro en realización, que tiene en sí misma una fuerza para su desarrollo que mueve desde dentro, y su vida se explica por la historia d esas fuerzas y la situación en un momento dado. El hombre se va haciendo desde su dinamicidad, desde sus tensiones para la realización del deseo del inconsciente.
Como el deseo está en el interior y la satisfacción en el mundo, es necesario conseguir que éste se amolde y satisfaga las pretensiones de aquel. Las reglas sociales, la configuración en general de la sociedad, no se pliega fácilmente a aquellos deseos y la razón tiene que encontrar los medios por los caminos más dispares. Sin embargo, para su éxito encuentra. un enorme inconveniente, y es que la sociedad piensa en las relaciones y satisfacciones sexuales como un tabú, como algo deshonesto y malo, por lo que restringe fuertemente las posibilidades de realización de la libido.
Por estas razones ocurre algo fundamental en la psicología psicoanalista y es que el hombre resulta socialmente malo en su misma naturaleza; el hombre se reconoce como perverso al buscar satisfacciones feas y usualmente ilegítimas. Este convencimiento hace terriblemente dificultoso, ya en la misma interioridad, la rea¬lización de los instintos que constituye la "auténtica" vida humana. Nace esta idea a partir de las normas sociales y muy especialmente de la educación brindada por los padres en la familia. La serie de principios que indican al hombre lo que es bueno o malo, y que con mucha frecuencia están orientados hacia el sexo, crean en el niño desde su más tierna infancia, una especie de doble naturaleza que actúa sobre el inconsciente, alterando la salida natural de sus impulsos y produciendo continuas represiones de los mismos. Estas normas se instalan, junte con los ins¬tintos, en el inconsciente, y sirven de obstáculo a la salida de todo aquella no aceptado por la sociedad.
En uno de los momentos más avanzados de su doctrina, que fue continua¬mente cambiando y adquiriendo nuevos matices dentro de la misma concepción central, Freud llamó al inconsciente con el nombre de id o ello, con el que se ha popularizado, denominando yo o ego a la parte consciente de la personalidad y super yo o super-ego a la serie de normas sociales actuantes sobre el individuo.
EL ID, EL EGO Y EL SUPER-EGO
Id o ello
Localizado en el inconsciente. Presente desde antes del nacimiento (innato). Primitiva naturaleza instintiva del hombre.
Fuente de pulsiones innatas:
* El instinto de vida (Eros) regido por el principio del placer:
+ Fuerzas que sirven para la reproducción: libido.
+ Fuerzas que sirvan para el mantenimiento de la vida: autopreserva¬ción.
* El instinto de muerte (thanatos) cuyo propósito es destruir y desunir:
+ Dirigido hacia la propia persona.
+ Dirigido hacia los demás.
Ego o Yo
Empieza a aparecer un poco antes del año hasta quedar instaurado alrede¬dor del año tercero.
* Localizado fundamentalmente en el consciente.
* Es el mediador entre el Ello y el mundo, y entre el Super-yo, y el mundo. Principio de realidad. Diferencia e integra la realidad.
* Sus funciones son: percibir, atender, pensar, reprimir, controlar.
Super-ego o Super-yo
* Suele aparecer alrededor de los 7 años.
* Parte en el consciente y parte en el inconsciente.
* Principio de moralidad. Voz de la conciencia.
* Contiene las ideas de lo que es bueno o malo.
* No sólo prohíbe, contiene las aspiraciones e ideales.
La constitución de la personalidad
Comprender a la persona es profundizar en la dinámica mutua interacción de esos componentes, los que constituyen la personalidad. Freud interpreta esta interacción de la siguiente manera:
En un primer momento, el ello consigue su realización directamente, mediante "procesos pri¬marios" pues todas las actividades de los niños en la primera infancia son acep¬tadas por la sociedad como naturales. No ocurre así, sin embargo, conforme pasan los años, pues entonces muchas de las necesidades aparecen ya como incorrectas y no realizables; la consecuencia es la contención de las mismas en un mecanismo fundamental en el psicoanálisis que es la represión. Esta coacción en la realización de los deseos libidinosos la consigue en primer lugar el super-yo, que incrustado en el inconsciente impide la salida al exterior d e tales aspiraciones. Otras veces será el yo que, consciente de lo inaceptado de los instintos, impedirá su realización ante el temor de las consecuencias. Pero la represión es algo indeseable para el organismo, produce en él tensión y ansiedad, que cuando se extre¬ma puede llegar a las más variadas formas de neurosis. Esta razón hace que el yo busque caminos de satisfacción del ello que sean aceptados por la sociedad. La manera de conseguir las exigencias del ello a 'partir de la colaboración del yo, y atendiendo por tanto a las circunstancias sociales y a las exigencias del super ego, es lo que se conoce con el nombre de "proceso secundario". Generalmente tales metas se procuran por una vía intermedia que Freud denomina sublimación y que consiste en la búsqueda y logro de sustitutos aceptables por la sociedad, que toman el lugar de aquello que el ello desea y que no es admitido. Sublimación serán prácticamente todas las actividades del hombre, tanto constructivas corno destructivas, que constituyen la vida cotidiana. El estudio, el trabajo, el arte, la religión.., serán modos encubiertos de satisfacer el instinto sexual, cuando no el deseo de destrucción. El psicoanalista podrá así afirmar que toda la cultura tiene su origen en los procesos de sublimación.
De enorme trascendencia para la salud psicológica de la persona será conse¬guir la realización adecuada del ello mediante las vías de sublimación adecuada, de su éxito dependerá una vida sana y de su fracaso la ansiedad. La función fundamental del psicoanalista consistirá en abrir un desaguadero de la represión para eliminar las tensiones desgarradoras de la personalidad existentes en el in¬consciente, llegando a proponer los sistemas de sublimación adecuados. Para comprender cómo se puede realizar esto conviene estudiar brevemente la forma en que se originan las tensiones.
Origen de las tensiones
Para el psicoanálisis la primera infancia tiene una enorme importancia, pues en ella se producen las primeras frustraciones del ello -que tendrán notables repercusiones en la historia posterior-, y se organiza el super yo. Ambos acontecimien¬tos se maduran en el interior de la vida familiar. Los primeros fracasos se sitúan en los tres primeros y hasta cinco años del niño. Allí se establecen relaciones libidinosas entre el infante y los padres que pueden o no ser satisfechas. Si el chico es varón se establecen lazos amorosos con la madre en competencia con el padre (al contrario si es niña), y en cuya derrota puede sufrir quizá heridas profundas. Esta situación denominada "complejo de Edipo" debe terminar con la asimilación adecuada y la aceptación de la imagen del padre como prototipo, para llegar a una adecuada maduración. Si en este conflicto el niño terminara asimilándose a la madre aparecerían problemas de feminismo en la mayoría de edad. Las relaciones establecidas en la edad del complejo de Edipo llevarían igualmente a situaciones de sobreprotección y mimo, con la cola posterior de falta de personalidad, etc., o de excesivo rechazo, con resentimiento y sentido de fracaso posterior, y con la aparición, a veces, de actitudes violentas.
Posteriormente, a la edad aproximada de los 6-7 años se producirá, como consecuencia de la educación paterna, la estructuración del super yo con todas sus reglas funda-mentales de conducta, que actuarán más tarde significativamente en todos los tabúes del comportamiento.
Es tanta la importancia de estos primeros años, que en el psicoanálisis de Freud es característica la continua mirada atrás. Toda la vida de la persona se aparece enclavada determinativamente en la infancia. Ninguna situación está ex¬plicada si no se encuentra los orígenes que la motivaron en los primeros años. Las experiencias infantiles que significaron el rechazo a las aspiraciones del ello, son introducidas en el inconsciente donde son guardadas para evitar su presencia. Sin embargo, aunque escondidas continúan vivas y tienden a expresarse de manera torcida, con conductas desproporcionadas e improcedentes. Algunas veces lo ha¬rán de una forma más o menos generalizada y otras ante situaciones concretas que guarden alguna relación con la experiencia primitiva, bien en forma de rechazo, con la aparición de diversas fobias, y otras, por ejemplo, con inclinaciones a per¬sonas que originarán amoríos o dependencias exageradas.
La causa de la enfermedad se encuentra, pues, en el inconsciente, y es la consecuencia de malas experiencias de carácter sexual y/o de la represión de esos deseos, por ello la curación está dependiente de la posibilidad de llegar hasta el centro profundo de la persona, para allí arreglar el mal. El psicoanalista está con¬vencido de que la curación proviene en primer lugar de la “catarsis”, o sea, de la expresión oral de lo que se encuentra encerrado en el inconsciente, de la aireación de la vida sentimental-sexual del enfermo mediante su expresión. El encuentro del conflicto, de lo reprimido, su comprensión y aceptación, constituyen la clave de la curación. El enfermo ha de conocer qué le ocurre y admitirlo; enfrentándose a los hechos de una manera consciente, la situación desorganizadora desaparece como tal. Después el individuo tendrá que lograr los caminos de sublimación adecuados para que no continúen las represiones.
El psicoanalista debe entrar en la mente del individuo y alcanzar aquellas situaciones de la infancia que originaron el co¬mienzo de los conflictos. Para ello se ha de valer de las puertas o ventanas que el inconsciente deje entornadas; aquellas manifestaciones del mismo que escapan al control del super-yo y que el yo no advierte. Estos caminos fueron poco a poco descubiertos por Freud e incorporados al psicoanálisis. La primera forma de llegar a lo profundo, que los psicólogos anteriores usaban, era la hipnosis, que Freud advirtió que tenía una capacidad terapéutica muy pobre, puesto que se hacía sin que el individuo fuera consciente de ello, por esto buscó la catarsis en vigilia, intentando que el individuo llegara a aquellos problemas de la infancia de una forma consciente. Encontró eficaz la asociación libre de palabras, técnica típica del psicoanálisis, en la que el enfermo va relatando con toda libertad lo que le llega a la cabeza espontáneamente. En esas largas peroratas del enfermo, tendido en el diván, con el psicoanalista a su espalda, éste deberá saber encontrar, entre las múltiples ideas que expresa, aquéllas que tienen sentido y valor para profundizar en el problema del paciente. El aclaramiento de estas averiguaciones al enfermo irán poco a poco consiguiendo su salud mental. Junto con la asociación de pala¬bras, la interpretación de los sueños sería lo más popular del consultorio analítico. Freud piensa que durante el sueño las defensas del organismo se encuentran en reposo y que el inconsciente aprovecha esos momentos para sacar a la luz sus deseos, y heridas. Pero no lo realiza de una forma descarada sino con los cuidados adecuados para no despertar las defensas conscientes, por esto los sueños presen¬tan la realidad de los deseos del ello de una forma enmascarada. El psicoanalista tendrá que interpretar con su ciencia el auténtico mensaje, que se esconde ante unas apariencias moderadas y aceptables.
De esta serie de sucesos del consultorio psicoanalítico, Freud saca unas con¬clusiones sobre lo que debe ser la vida del hombre que han tenido una enorme repercusión en la vida social. El primero es el centramiento de la personalidad en lo irracional, y con una característica monotemática de sexualidad. El sexo se hace el centro de la vida psicológica de la persona, y todo su porvenir se halla enclava¬do en su atención ya desde el nacimiento. Extremo no sólo antiestético y exagera¬do, sino también equivocado, que muy pronto la mayoría da los psicoanalistas irán corrigiendo, como veremos enseguida. La aspiración de la vida consiste desde ese momento, para los fieles seguidores del psicoanálisis, en conseguir una vida sexual "normal"; y la educación desde la más tierna infancia estará orientada a alcanzar esa normalidad, causando una problemática de la vida infantil verdade¬ramente grotesca alrededor del sexo y su educación.
La segunda consecuencia para el hombre de la calle es la enorme importan¬cia que ha adquirido el término represión, especialmente centrado en lo sexual. El convencimiento de que la causa de la enfermedad es la represión de los instintos sexuales, hace que se considere como sana la expresión espontánea de los mismos, y que su control por motivos éticos, religiosos o de lealtad, signifique un atentado contra la propia personalidad.
La crítica a la represión significa, a su vez, el reconocimiento de que la inteligencia no es lo más noble de la vida del hombre y lo que debe dirigir su vida, sino que, al contrario, lo irracional se coloca por encima de lo intelectual y espiritual, aspecto este último que Freud niega, puesto que el hombre se transforma en su doctrina en un animal más que ha de satisfacer sus instintos. Cuando alguna vez se refiere al espíritu lo hará entendiéndolo como actividad intelectual o cultural, no como ser inmaterial y animador de la vida.
Al contrario que el conductismo, el psicoanálisis centra al hombre en sí mis¬mo, en los deseos de su intimidad. Su maduración y autorrealización reside en la satisfacción del mundo interior. Esto hace que la sociedad haya de adaptarse a las necesidades personales y no que la persona tenga que ser formada de acuerdo a la necesidad social. El hombre, aunque sea animal, tiene un peso específico en el que se centran los cuidados.
Pese a todo, Freud comprenderá que un hombre dedicado a la satisfacción de sus instintos, sin el freno social, no es posible. Oca¬sionaría tal desorden social que la vida sería un auténtico caos. Se necesitan las leyes, por eso el psicoanálisis, junto a las modificaciones moderadas de la sociedad que son imprescindibles o beneficiosas, pretende la educación del hombre para que, auto comprendiéndose mediante el psicoanálisis, pueda establecer unas rela¬ciones sociales sanas y consecuentes. La normalidad tendría su origen en la since¬ridad consigo mismo que da el autoconocimiento. A partir de ahí, sin tabúes obsoletos, con una comprensión exacta de la medida del hombre, la sociedad y la felicidad podrán reconstruirse.
Tarea para el jueves 13
Haz, en tu cuaderno, un análisis de la escuela psicoanalítica. Considera sus aspectos problemáticos, sus aspectos positivos y escribe tu propia apreciación haciendo un juicio sobre dicha escuela.
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